Caminos abiertos hacia el INAH del futuro
EL NORTE: NUEVOS RETOS, NUEVAS POLÍTICAS CULTURALES
Migración, resiliencia, patrimonio cultural y comunidad
Jorge Carrera Robles
Director Centro INAH Chihuahua
En la perspectiva del patrimonio cultural, el norte mexicano cuenta con importantes bienes y referentes históricos que marcan sus identidades. En términos arqueológicos, su legado principalmente se asocia a las culturas del desierto con contadas expresiones de desarrollo superior como la Cultura Casas Grandes, con Paquimé en el epicentro.
Durante el dominio español, dada las limitantes de los recursos naturales disponibles y las dificultades de conectividad, el proceso de poblamiento distó mucho del acaecido en el centro y sur de la Nueva España. No obstante la riqueza de las minas de plata y oro, la vida en el septentrión fue precaria y el legado en patrimonio no alcanzó las dimensiones de las ciudades que se movían conforme la dinámica de la capital del Virreinato.
Aún y cuando el norte pareciera desprovisto de diversidad patrimonial, la realidad nos avista de connotaciones contrarias. En ese sentido, y vale para definir políticas culturales, nuestro patrimonio arqueológico, histórico y cultural en general debe ser visto con anteojos propios y no los que sirven para comprender Mesoamérica.
Y como si esto fuera poco, con la vocación industrial que caracterizó a esta extensa y compleja región mexicana durante el siglo XX, y a la luz de quienes mantienen una mayor continuidad en tradiciones productivas y culturales, pareciera que el norte fractura sus identidades, asimilándose a esa gran fuerza llamada mercado estadounidense
Sin negar la influencia que ejerce el vecino del norte, la faja fronteriza continúa siendo reducto de expresiones tradicionales mexicanas, así como resguardo de muchísimos bienes muebles e inmuebles que se mantienen prendidos a la vida cotidiana. Los que vivimos por estos lares, atestiguamos, además, cómo la frontera cultural de la mexicanidad camina hacia el norte de los Estados Unidos de forma creciente y sostenida.
Ese es el norte de México. Ese norte productivo, acostumbrado a que la industria comienza a las 6 de la mañana, aunque el termómetro marque 5 u ocho grados Celsius bajo cero; y termina en el segundo turno, a las 12 de la noche. Ese norte árido de horizontes distantes cuyas aguas superficiales y subterráneas cada vez menos disponibles, han dado vida a la agricultura, fruticultura y ganadería. Ese norte que se ha concentrado en las ciudades ante el agotamiento de las actividades tradicionales. Ese norte orgulloso de su participación decisiva en la Revolución Mexicana. Ese norte dispuesto a emprender el camino de la innovación tecnológica para ahorrar agua, generar energías limpias y abrir nuevas experiencias productivas.
Siguiendo una política cultural general, los Centros INAH de la región hemos procurado, conforme a los recursos disponibles, cumplir con las tareas que históricamente se nos han asignado en materia de investigación, conservación, protección y difusión del patrimonio cultural. A pesar de que internamente solemos abanderar las causas de la diversidad y la equidad sociales, lo cierto es que, en el día a día, mes a mes, y año a año, hemos operado con modelos estandarizados sin asumir que ese todo llamado México merece ser tratado a partir de las diferencias que lo caracterizan. Y en este caminar todas y todos los que conformamos esta institución de origen cardenista, hemos contribuido.
Teniendo como base la reflexión anterior, y haciendo un alto en el camino justo transcurrido casi el primer cuarto del siglo XXI, parece oportuno subrayar algunas anotaciones asociadas a los nuevos retos que enfrentamos en la frontera norte para convertir el patrimonio cultural en agente o mecanismo que contribuya a la construcción de mejores sociedades.
- Un primer aspecto a destacar lo constituye el hecho de que, en las últimas décadas, la faja fronteriza del norte ha enriquecido su diversidad cultural producto de los movimientos migratorios. Hoy se hablan numerosas lenguas indígenas y la pluriculturalidad es parte de los paisajes urbanos y de los polos de producción agropecuarios. En ese sentido, el INAH debe mostrar mayor disposición para promover el conocimiento, difusión y protección de esos bienes culturales gestionando espacios y proyectos de encuentro y expresión. La tarea, en pocas palabras, es avanzar en la construcción de políticas sensibles a lo que podemos identificar como “patrimonio cultural en movimiento”, básicamente de orden inmaterial.
- Muy ligado a lo anterior -que bien se puede definir como “procesos migratorios de largo aliento”-, practicados por pueblos originarios de la región como los rarámuri, o de otras entidades de la república como los mazahuas, chinantecos, mixtecos y zapotecos, en los últimos años se aceleró un proceso migratorio “nuevo o de coyuntura”. Hasta estas tierras han arribado miles de personas de diversas nacionalidades junto a otros grupos de mexicanos esperanzados en el sueño americano. Mientras esto sucede, sus componentes culturales tradicionales pueden jugar un papel determinante para humanizar lo que resulta una verdadera apuesta por la vida, convirtiéndose en tragedia en no pocos casos. Así, con actividades de celebración, encuentro y convivencia relacionados con fechas significativas para los “migrantes en tránsito”, se puede avanzar en la concienciación de los derechos humanos, sin menoscabo de insistir sobre el respeto y valor de la persistencia y continuidad identitarias.
- En tercer lugar, el patrimonio cultural e histórico de los estados norteños puede ser el corazón de la estrategia de pacificación entre los grupos más lastimados por la violencia extrema, la que genera miedo social, inhibiendo la participación y desarrollo comunitarios. Por fortuna ya se cuenta con modelos de intervención comunitarios exitosos en estos grupos afectados por la delincuencia e inseguridad, con resultados favorables en la atención de niños, adolescentes y jóvenes. El INAH no debe, por ninguna circunstancia, permanecer ajeno a esta realidad y sus retos. El patrimonio, contrario a lo que se piensa, encierra un gran tesoro como mecanismo de resiliencia, organización comunitaria y fortalecimiento de la conciencia ciudadana.
- Un siguiente tema, el cuarto, es que del otro lado de la frontera existen numerosas comunidades estadounidenses dispuestas a trabajar con nosotros en tareas afines. No obstante las diferencias, como es natural que se presenten, existen experiencias muy valiosas como la del Camino Real de Tierra Adentro que nos dejan constancia de la voluntad y compromiso por avanzar conjuntamente en tareas del patrimonio cultural porque sus raíces son mas profundas que el alto de los muros que pretenden dividirnos.
- Finalmente, como quinto y último punto, apuntamos la necesidad de construir una política más proactiva y coordinada en materia de prevención y vigilancia que evite el tráfico de bienes culturales hacia el vecino del norte. La aplicación de protocolos de actuación, campañas en medios, coordinación de operativos, hasta la gestión para la devolución de bienes sustraídos de nuestro país, son tareas que no pueden quedar al margen de los programas anuales de los centros INAH del norte mexicano.
Chihuahua, Chih.
Noviembre 21 de 2024.