Para la cultura mexica, la muerte no representaba el fin de la existencia. Además de ser el inicio de un viaje hacia otros mundos, estaba ligada al equilibrio del cosmos. A través de sus esculturas, es posible asomarse a una visión del más allá. Este interactivo te invita a explorar cómo los mexicas representaron el ciclo de vida y muerte en tres esculturas emblemáticas pertenecientes a la colección del Museo del Templo Mayor, cada una con un significado profundo que revela sus creencias y respeto por la trascendencia del ser.
Mictlantecuhtli: Señor del Mictlán y la muerte
Iconografía y elementos asociados con la muerte
Mictlantecuhtli, el dios mexica del Inframundo, es una figura central en el culto a los muertos. Su representación iconográfica suele destacar su aspecto cadavérico: una figura esquelética o de carne putrefacta, con huesos visibles y ojos hundidos. Muchas veces aparece en cuclillas o en una postura que sugiere espera, con la intención de evocar la naturaleza ineludible de la muerte. Su boca, a menudo abierta en una expresión de voracidad, alude al rol de Mictlantecuhtli como el receptor final de todas las almas.
Su piel desollada y sus extremidades huesudas también reflejan la idea de que él mismo ha experimentado la muerte, uniendo su esencia con la tierra árida y oscura del Mictlán. La presencia de tierra seca o huesos, que evoca la aridez y la inmovilidad de su dominio.
Tzompantli: El altar de los cráneos
Iconografía y elementos asociados con la muerte y el sacrificio
El Tzompantli era una estructura donde se colocaban cráneos de sacrificios humanos atravesados en estacas de madera, formando hileras visibles que simbolizaban tanto la fertilidad como la relación entre la muerte y el renacimiento. En la versión del Templo Mayor de Tenochtitlan, esta escultura y estructura se convertía en un espacio sagrado de exhibición y comunión con los dioses, quienes recibían el sacrificio como una ofrenda vital.
La representación resalta los cráneos con los ojos vacíos y la mandíbula con dentadura, enfatizando la crudeza y solemnidad de la muerte. Las filas de cráneos, algunas veces tallados en piedra o hechos con restos reales, transmitían una imagen de sacrificio colectivo y recordaban el rol de los mexicas como guerreros al servicio de sus dioses. Los cráneos no sólo mostraban los rostros de los sacrificados, sino que también servían como “semillas” que, según la cosmovisión mexica, fertilizaban el mundo y aseguraban la continuidad de los ciclos de la vida.
Coyolxauhqui: La diosa desmembrada y el sacrificio sagrado
Iconografía y elementos asociados con la muerte y el sacrificio
La escultura de Coyolxauhqui, encontrada en la base del Templo Mayor, representa a la diosa lunar en el momento de su muerte y desmembramiento a manos de su hermano Huitzilopochtli. En esta imponente piedra, su cuerpo aparece fragmentado: su cabeza, extremidades y torso están separados, como en el relato mitológico en el que Huitzilopochtli la mata y la arroja desde la cima del cerro de Coatepec.
La iconografía de Coyolxauhqui muestra a la diosa con una expresión de dolor y sorpresa, adornada con elementos de gran simbolismo. En sus mejillas y tobillos lleva cascabeles (de ahí su nombre, que significa “la adornada de cascabeles”), y su rostro decorado con pintura facial y nariguera representa la fuerza guerrera de su linaje. Este atuendo la relaciona no sólo con la Luna sino con la guerra y el sacrificio ritual. La disposición de su cuerpo desmembrado simboliza la violencia ritual, pero también una transformación sagrada que conecta la vida con la muerte en la mitología mexica.